miércoles, 16 de abril de 2014

Yazidis, la secta musulmana de los adoradores del diablo.




Cuentan que los Yazidis adoran al que los musulmanes llaman Shaitán (Satán) bajo el nombre de Tawûsê Melek, el cual intercedió por Adán, negándose a someterse a Dios

Una algarabía de niños juegan entre gritos alrededor de alguien. Al acercarse pudo contemplar la escena. Aquel niño, encerrado dentro de un círculo era atacado y burlado por el resto sin que éste pudiera hacer nada. Solo llorar aterrorizado e impotente. Aquel círculo, como si fuera una fuerza invisible y cruel lo mantenía dentro y no había nada en el mundo que pudiera evitarlo

- ¿Que sucede?

- Es un Yazidi…no puede salir del círculo.



Algunos autores aseguran que son adoradores de Dios, pero que veneran de igual manera a Tawûsê Melek cuyo papel es el de ayudar a realizar las tareas por él encomendadas. De igual manera lo describen como Lucifer, un ángel caído que consiguió la gracia y el perdón de Dios, asignándole la tarea de administración del mundo y conducir las almas hacia la liberación del cuerpo.

Sus textos sagrados son: El “libro de la Liberación” y el “Libro Negro”.



El origen del nombre de los Yazidi esta Secta es posible que proceda de aquel Dios Persa llamado Yazman. Las primeras referencias corresponden al S. XII. Es una comunidad que fue casi exterminada a manos de los Turcos Otomanos y de los príncipes musulmanes kurdos allá por el S. XIX, pero que hoy en día habitan las regiones del Kurdistan, Armenia y el Caucaso.

Su religión quizá de origen antiquísimo bebe de otras creencias tales como el Zoroastrismo e incluso el Mitraismo, así como de los ancestrales cultos a la naturaleza.
Ellos no creen en la bondad o maldad de Dioses y Demonios, para ellos esos conceptos están fuera de toda naturaleza. Lo existente es enjuiciable en ese sentido y es solo el pensamiento humano la raíz de toda fuerza buena o mala. El Bien y el Mal habitan solo en el hombre y es esa visión humana la que nos separa de “lo natural”.

Quizá por eso el Dios Tawûsê Melek es representado como la “sabiduría cósmica de los mil ojos”. Como una neutralidad omnisciente que todo lo llena. Es representado por el Pavo Real y por el color azul, color éste que es considerado Tabú y no puede ser usado.

Los Yazidis se consideran descendientes de Adán (y no de Eva) y adoran a los cuatros elementos (Tierra, agua, aire y fuego) los cuales están presentes en algunos de sus tabúes, tales como no escupir ni verter agua caliente en el suelo, de tal forma que si cualquiera de estos líquidos son tocados por las personas estarían ofendiendo a los espíritus o almas que habitan en ellos.


Es curioso también que entre sus representaciones sagradas se haya la Serpiente. Justamente el animal (encarnación de Satán) que tentó a Eva. Un animal maldito, en todo caso, para casi todas las tradiciones provenientes de la media Luna Fértil (incluida la Judía y por ende la Cristiana y Musulmana).

Es quizá, por todo ello, que toda esta iconografía y culto observado de un ángulo neófito haya aportado esa aureola a los Yazidis y sean desde hace siglos nombrados como “Adoradores de Satán”, sea como fuere, la importancia del estudio de este grupo religioso radica en la pureza que ha sabido mantener con los siglos y más teniendo en cuenta que son herederos de costumbres y creencias ancestrales que en algún momento existieron antes de la llegada de los musulmanes y que con firmeza no ha sucumbido ante el Islam.

Claro está, los yazidis niegan la existencia del Mal en la acepción judeocristiana del concepto, estimando que la transgresión de las leyes divinas se expía por medio de lo que en Occidente llamamos metempsicosis (transmigración de las almas, hasta la definitiva purificación de éstas). Del mismo modo, creen que el gobierno que ejerce Malik Taus sobre el mundo comprende una duración de diez mil años, y su personal teología se resume en la máxima "El Mal existe para que el Bien brille mejor"

A pesar de haberse negado constantemente a poner por escrito sus enseñanzas, costumbres, creencias y tradiciones, los Yazidis tienen el equivalente a lo que en Occidente suele conocerse como 'textos sagrados': el Al-Jilwah (o Revelaciones) que consiste en un relato cosmogónico -es decir, el mito Yazidi sobre la creación- y el Mashaf Res (Libro Negro) un libro que describe en todo detalle las reglas y normas de su fe. Estos libros serían transcripciones de la tradición oral Yazidi compuestos por uno de sus líderes espirituales más conocidos, Sheik Adi, en el siglo XIV, y su lectura estaba prohibida a los 'infieles'. El pueblo Yazidi considera estos escritos como sus Escrituras, y distan mucho de ser los mata-gatos producto de la cultura cristoide.


En realidad el problema de esta religión es el mismo que el de todas las religiones: que son el germen de la intolerancia, de la intransigencia y de la falta de cordura.

Estos adoradores del diablo están obligados a seguir numerosas reglas. No pueden pronunciar la palabra shaitan porque es el nombre de Satán en árabe, y, por extensión, no pueden pronunciar ninguna palabra que comience por sh, porque sería invocar a Satán de mala manera. Por el contrario, pueden comer carne de cerdo y beber alcohol... ¡pero tienen prohibido comer lechuga! porque se supone que en las lechugas se esconde Satán. No pueden arrancarse un solo pelo del cuerpo y tienen prohibido lavarse... incluso la cara. El color azul oscuro está prohibido y las mujeres deben vestir siempre de blanco

Los hombres pueden casarse con cuantas mujeres deseen. Ellas tienen prohibido aprender a leer y a escribir. Y está prohibido que un yazidí se case con persona de otra confesión... so pena de ser lapidado.



Los Yazidis jamás han quemado una iglesia -mucho menos una mezquita- nunca han blasfemado por el placer de desafiar la autoridad, ni se han enfrascado en orgías sangrientas en el nombre de Satán

Para ellos, la Adoración del Diablo es una religión aprobada por Dios mismo, una cultura en sí misma, no una cuestión de rebeldía juvenil con el cual jugar. Jamás ha tenido que ver con antiguos grimorios o profanar tumbas a medianoche en un cementerio abandonado a la luz de velas fabricadas con grasa de recién nacidos. De hecho, nada tiene que ver con lo que muchas personas denominarían 'lo oculto'

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